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  1. Los estudiantes de hoy se enfrentan a modelos educativos arcaicos. «Hay un desfasaje entre la forma de enseñar y la realidad que experimentan los alumnos» (Moeller-Abercrombie, 2011). Los educadores debemos asumir el desafío de garantizar que la enseñanza se adecúe a la sociedad del Conocimiento y la Información y así, evitar que los saberes, contenidos y procedimientos que se enseñan en las escuelas se vuelvan irrelevantes.
  2. La tecnología ofrece una gran variedad de oportunidades para innovar. En artículos anteriores, hemos hablado acerca de las potencialidades que ofrecen distintos sitios y programas para crear escenarios de aprendizaje que faciliten un aprendizaje más divertido, más contextualizado y en estrecha relación con la realidad de los “nativos digitales”.
  3. Debemos aprovechar la posibilidad de aprender e interactuar en cualquier momento y lugar que hoy brindan las TIC. ¿Por qué los estudiantes deben aprender solo en el aula? ¿Por qué todos deben aprender al mismo tiempo? ¿Por qué muchas veces creemos que la mera presencia física de un profesor en el aula es la única garantía de transmisión y asimilación de contenidos? El aprendizaje ubicuo puede convertirse en un gran aliado para complementar métodos tradicionales o bien, para llegar a quienes, por diferentes razones, nunca pudieron participar de esos métodos tradicionales.
  4. Es necesario equipar a los estudiantes con distintas competencias. En este nuevo siglo, han surgido nuevas necesidades de formación específicas. Entre estas necesidades se destacan el desarrollo del pensamiento crítico, la creatividad e iniciativa, el trabajo en equipo, la resolución de problemas y la competitividad en una sociedad global.


    Adoptando la pedagogía del siglo XXI
    Figura 1: Adoptando la pedagogía del siglo XXI (Janet Moeller-Abercrombie, 2011).



  5. Es necesario respetar las individualidades y promover los intereses personales. Incorporar recursos tecno-didácticos en proyectos colaborativos permite “explotar” las potencialidades individuales de cada estudiante, dándole la oportunidad de aprender a su propio ritmo, explorar caminos de aprendizaje según sus intereses y tomar decisiones por sí mismo.


Conclusión

Utilizar recursos tecno-didácticos nos ayuda a formar a los estudiantes como consumidores críticos de contenidos, capaces de comprender la importancia de los medios y la tecnología así como también adquirir la habilidad para crear, analizar e interpretar la vasta información disponible. Teniendo en cuenta estas razones podremos repensar nuestras prácticas, evaluar nuestras motivaciones y capacidades y decidir qué contenidos son esenciales en los programas educativos de fin de que podamos contribuir con el éxito de todos los estudiantes más allá de las paredes del aula.


Referencias

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