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Mayra Villar | marzo 17th, 2011

El desafío de diseñar buen elearning

El éxito de cualquier intervención formativa va más allá de la memorización de datos o de un puntaje perfecto en el examen final. En educación, éxito se traduce como desarrollo de destrezas, cambio de conductas y capacidad de aplicar el conocimiento adquirido para responder eficientemente en situaciones de la vida real. Por esta razón, diseñar un curso de e-elearning que sea realmente efectivo no es una tarea sencilla.


Si nos comprometemos en el desafío de diseñar buen e-learning y buscamos así contribuir significativamente en la formación de los estudiantes para que logren niveles de desempeño más alto, no solo en las instancias de evaluación sino, también, en sus trabajos cotidianos, nuestra propuesta educativa alcanzará su objetivo más importante. De lo contrario, si los estudiantes no pueden aplicar lo que aprendieron, la capacitación habrá fracasado.


Los obstáculos no son excusas

Sabemos que cada proyecto conlleva una complejidad que puede ser abrumadora en algunos casos (grandes volúmenes de información o bien, material incompleto, restricciones tecnológicas, clientes ansiosos, presupuesto inadecuado, etc, etc). Sin embargo, desarrollar e-learning implica una inversión de tiempo, recursos y esfuerzo por parte de todos los actores involucrados en este proceso (desde el desarrollador del curso y todo su equipo de trabajo hasta los gerentes y estudiantes que solicitan el producto). Por eso, es importante darle la mayor utilidad posible a cada curso.


¿Qué hacer para evitar el fracaso de la instrucción?

Para que un curso cumpla con este objetivo de cambiar conductas a fin de que el estudiante logre mejorar su desempeño en el ámbito laboral, Michael Allen (2008) propone algunas ideas para tener en cuenta con respecto al diseño instruccional:


  • Pensar ampliamente en las funcionalidades que los estudiantes desempeñan en su trabajo diario y exponerlos a situaciones reales y actividades relacionadas con sus tareas habituales durante el curso.
  • Hacer explícito que la capacitación tiene por objetivo cambiar una conducta, desarrollar destrezas, mejorar el desempeño.
  • Ayudar a los estudiantes a reconocer las situaciones que determinan el uso de ciertas destrezas para que puedan evaluar las consecuencias de sus decisiones y conductas.
  • Usar los conocimientos previos de los estudiantes y atender diferentes estilos de aprendizaje, realidades y necesidades de formación.
  • Aprovechar las potencialidades del aprendizaje informal a través de actividades de colaboración entre colegas.
  • Ofrecer continuamente oportunidades de práctica y repaso de las nuevas destrezas.

Tener en cuenta todos estos puntos puede parecer una tarea ardua. Pero, si los estudiantes logran percibir esa conexión entre los objetivos del curso y situaciones reales podrán aplicar las nuevas destrezas en su ámbito laboral. De esta manera, la instrucción cumple la función para la que fue creada y tanto su necesidad como utilidad se hacen evidentes. Creo que debemos contribuir, entonces, con ese cambio positivo en los estudiantes a través del diseño de (buen) e-learning.


Fuentes

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